sábado, enero 07, 2006

Porqué nos sumamos al Movimiento de Rescate del Sandinismo


Mónica Baltodano
Izquierda Democrática FSLN

Un poco de historia reciente


Nuestro Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), el de Carlos Fonseca, el que conocimos primero por la pintas misteriosas que aparecían en las paredes de las casas en los inicios de los años 60; ese Frente Sandinista de los valores, de la mística, que nos convenció, que nos animó al combate y al desafío incluso de la muerte; el Frente Sandinista de la esperanza, luce ahora convertido en un partido político más, bajo el usufructo de un grupo económica y políticamente dominante en las estructuras del partido y cuyo propósito fundamental es la disputa de espacios de poder.


Esta transmutación no se produjo de la noche a la mañana. Ha sido un proceso largo y continuo que transcurrió no sin resistencias. Porque hay una militancia de base consciente que aún se resiste a la pretensión de anular su rol histórico como fuerza de transformación y como fuerza comprometida con los excluidos.

En la lucha por seguir manteniendo la vocación primigenia de esta fuerza política, nos hemos involucrado muchos, tratando de agruparnos como pequeños grupos con distintos nombres, como movimientos, como corrientes orgánicas, como corrientes de opinión al interior del Frente Sandinista.

La formación más persistente en este empeño ha sido la Izquierda Democrática (ID) –cuyo germen fue el "Grupo de los 29", surgido en octubre de 1993 para reclamar el fin de la política de "cogobierno"–. Luego la ID se convirtió en corriente que disputó la conducción del FSLN en el Congreso del 94, donde se discutieron nuevos estatutos, y se eligió una nueva conducción partidaria. Luchamos convencidos de que había fuerzas interesadas en "moderar" al FSLN para convertirlo en una fuerza de centro, cuestión que no compartíamos. Pero unido a este justo propósito, la Izquierda Democrática fue entonces también la fuerza principal en la que se apoyó Daniel Ortega. Hemos de reconocer que ello permitió que su liderazgo –entonces muy debilitado a lo interno– recuperara fuerzas para afianzarse y establecerse como lo que ahora es: el mando autocrático de una buena parte del sandinismo.

A partir del congreso del 94, y en un contexto de desmontaje de la revolución y de la imposición de "paquetes" neoliberales, la Izquierda Democrática insistió en seguir manteniendo el carácter popular, ideológicamente identificado con las propuestas revolucionarias, apostando a la construcción de una correlación social de cambio en base al desarrollo de la conciencia crítica del pueblo, en base a procesos de formación, de resistencia y sobre todo de lucha popular contra el neoliberalismo galopante y contra la claudicación ideológica, tan de moda en esos años.

Desde la conducción del FSLN entonces, también empujamos cambios internos. Estábamos convencidos que la naturaleza revolucionaria no estaba reñida con la democracia interna. Aspirábamos a superar la organización de nuestro partido, heredada de los años de guerra. Nuestras fuerzas empujaron entonces las elecciones de autoridades internas por medio de procesos democráticos de masiva participación; propiciamos el desarrollo de alianzas con fuerzas como la coalición de mujeres que permitía buscar una nueva relación con los movimientos autónomos, impulsamos la participación de mujeres a través de la "trenza" y los procesos de consulta de candidaturas que llevaron a verdaderas primarias con más de 400 mil participantes en el 96.

Esta visión transformadora nos condujo a plantear una nueva candidatura a la Presidencia de la República. Pocos conocen que en 1995 desde nuestra corriente logramos persuadir al pleno de la Dirección Nacional, y a los principales órganos del FSLN sobre lo inconveniente de repetir una candidatura de Daniel. Llegamos incluso a sensibilizar temporalmente al mismo Secretario General de este punto de vista. Y así, por unanimidad, tomamos la decisión de que fuese Mariano Fiallos el candidato presidencial. Sin embargo, una combinación de maniobras de parte de Daniel y sus más allegados, más ciertas vacilaciones de Mariano, permitieron que esta voluntad fuese abortada, y finalmente concurrimos a las elecciones del 96 con el mismo candidato.

De la tensión y luchas constantes sostenidas al interior de la Dirección Nacional resultó la paulatina convicción del Secretario General de que nuestras fuerzas no le eran incondicionales como era su deseo. En realidad, nosotros abogamos por los principios, por los valores, por una visión de Nicaragua y del Frente Sandinista. Nuestra corriente no tenía como propósito fortalecer una figura o gravitar alrededor de una persona.

Así llegamos al Congreso del año 98. Ya para entonces era evidente que el Secretario General había dejado de considerar a una buena parte de la Izquierda Democrática como una fuerza de su confianza. Los giros más importantes se percibieron internamente a finales de 1997, cuando una propuesta de reorganización del partido, cuidadosamente trabajada por una comisión interna, fue totalmente neutralizada por fuerzas conservadoras internas, con el aval del secretario general. Los argumentos más importantes giraron alrededor de que esa propuesta escondía el propósito de debilitar la fuerza de Daniel.

Pero, otra señal significativa se observó en la excesiva apertura que por iniciativa de Daniel se fue dando al desarrollo de una nueva corriente, denominada "Bloque de Empresarios sandinistas", una de cuyas figuras era Herty Lewites. Para el Congreso del 98 Daniel brindó todo su apoyo a ese grupo, para incrementar sus correspondientes cuotas de poder interno. Ya había ocurrido la denuncia y acusación de Zoila América que estremecieron al sandinismo, y se habían producido las maniobras internas (al clásico estilo estalinista) de señalar a miembros importantes de nuestra corriente como los responsables de lo que en ese momento llamaron "calumnias y maniobras imperialistas" para debilitar el liderazgo de Daniel. Al responsabilizarnos injustamente de las mismas pretendían descalificarnos como corriente.

Todo ello nos llevó a la convicción, entonces, de no postularnos para cargos internos en la Dirección Nacional. Además, estábamos convencidos de la importancia de ocupar espacios en la conducción intermedia, más cercanos a las bases. Respaldados por la Iniciativa Carlos Fonseca en Managua, buscamos espacios en la conducción departamental. Todos los caminos internos nos fueron cerrados de manera cuasi-policíaca, hasta relegarnos de todo cargo partidario. Aún así perseveramos sin renunciar nunca a nuestra militancia.

El congreso del 98 cerró con una alocución de Daniel Ortega, en donde dejó sentado de manera unilateral e inconsulta el camino de la transacción y los pactos, camino que se había iniciado con la negociación de la Ley de la Propiedad Reformada, Urbana y Rural (278), en agosto de 1997, poco después de la toma de posesión de Arnoldo Alemán.

Inmediatamente después del Congreso del 98, se allanó el camino para la transacción con el PLC. Pactaron reformas constitucionales y acuerdos prebendarios y su ejecución fue pospuesta porque el Huracán Mitch dejó totalmente en entredicho al gobierno de Alemán. A partir de entonces, fueron evidentes en el seno de la Bancada Sandinista en el parlamento las diferencias entre miembros de nuestra corriente con las políticas y líneas transaccionales del danielismo. El Pacto con Alemán se hizo patente hasta en las intervenciones del Ministerio de Gobernación contra instrumentos de trabajo social de miembros de nuestra corriente, como fundaciones, ONG's, Medios de comunicación, etc.

Pero lo más grave del pacto –a juicio de la Izquierda Democrática– fue el compromiso de la desmovilización de las fuerzas populares. Mediante el pacto, se fueron desmontando todas las luchas y resistencias a las privatizaciones, a las políticas del Fondo Monetario y del Banco Mundial, a los planes de ajuste estructural. La economía de mercado y sus desajustes se desplegaron sin resistencia, lo cual se expresó además en una gran cantidad de negociaciones subterráneas por el tema de la propiedad. Estas permitieron afianzar el emergente grupo económico sandinista del que forman parte también ex dirigentes obreros y campesinos del campo y la ciudad, que usufructuaron parte de las propiedades negociadas en los acuerdos de concertación I y II firmados durante el gobierno de Violeta Barrios, y consolidados en la Administración Alemán. El pacto también permitió que –sin ninguna denuncia y oposición oficial del sandinismo– se desplegara la corrupción más galopante hasta entonces vista, y mediante la cual crecieron los capitales del grupo económico emergente liderado por Alemán.

Pero la Izquierda Democrática también advirtió de las nefastas consecuencias del pacto en el plano político-ideológico. Tempranamente denunciamos que el pacto profundizaba el deslizamiento del FSLN por el camino de la politiquería, del electorerismo, de una lógica de poder basada en reparto de puestos públicos y negocios personales. Advertimos que por esa vía el FSLN se estaba convirtiendo en un partido a la usanza de las "paralelas históricas", aquellas que denunció Carlos Fonseca, aquellas que precisamente apremiaran la construcción de una nueva fuerza representante de los oprimidos y que dio origen entonces al FSLN.

Alrededor del rechazo al pacto, la Izquierda Democrática logró aglutinar a centenares de sandinistas. Las encuestas de opinión demostraron que más del 80% del pueblo estaba contra lo pactado, y que más de la mitad del sandinismo no compartía el camino escogido, pese al despliegue propagandístico que se hizo de que dichas reformas garantizarían la victoria electoral del FSLN en las elecciones del 2001.

Posteriormente, la Izquierda Democrática reiteró nuevamente su oposición al continuismo de Daniel como candidato presidencial, y, en las primarias del 2000, miles de sandinistas expresaron este mismo desacuerdo, en unas elecciones en las que pese al manejo amañado de las mismas los resultados oficiales sumados de Víctor Hugo Tinoco y Alejandro Martínez Cuenca llegaban a más del 40% (se sabe que realmente fueron superiores al 50%).

Los resultados de las Elecciones Generales del 2001 no dieron la razón a los "defensores del pacto" y nuevamente la derecha se alzó con la presidencia de la república. Los hechos recientes son más conocidos: La conducción del Frente Sandinista, ya para entonces con una dirigencia oficial y otra real (la de la sombra, la de los intereses de los grupos económicos, junto con la fuerza evidente asignada a la esposa del secretario general) escogió el camino de "jugar a tres bandas". Pactar con Bolaños y con Alemán, según la conveniencia coyuntural.

Es así que se explica cómo a pesar de las grandes presiones de la base y de la población en general, las posiciones oficiales sobre la corrupción fueron tímidas, ambiguas e irrelevantes. No fue sino hasta que se consiguieron compromisos del gobierno de Bolaños que el danielismo dio sus votos para la desaforación y juicio de Arnoldo Alemán.

El injerencismo norteamericano, su odio visceral contra todo lo que huela a sandinismo y la actitud de lacayo del Presidente, rompieron el precario equilibrio del pacto Ortega-Bolaños, y la vuelta con nuevos bríos del pacto Ortega-Alemán (para entonces ya condenado a 20 años de "prisión", que se cumplen en su lujosa hacienda personal). Hasta su "prisión" residencial llegaron a reunirse innumerables veces Daniel y sus allegados y en la borrachera de su maridaje firmaron acuerdos estratégicos (¡con un reo condenado a 20 años por robo descarado del erario público!) y hasta registraron aquella ignominia en una odiosa fotografía, prueba imborrable de su contubernio.

Estos compromisos van más allá de lo que aflora a luz pública: bajo la perversa lógica de “uno tuyo, otro mío”, se reparten todos los puestos públicos importantes, las sentencias, los fondos públicos, las leyes, los jueces. Todo ese proceso ha profundizado la convicción de que las decisiones de las instituciones del Estado en Nicaragua penden de manera directa de la voluntad de los dos caudillos.

Simultáneamente, muchos de los dirigentes del FSLN han comenzado a militar en sectas del fundamentalismo religioso, creando una objetiva confusión entre la militancia política y la religiosa. Ello ha coincidido, no de manera casual, con el pacto evidente entre la familia Ortega Murillo y el Cardenal Obando, tejida luego de que se hizo claro que la corrupción también echaba raíces en varias instituciones ligadas a la jerarquía católica.

Este otro pacto también ha tenido expresiones en las instituciones públicas. Fue evidente que el PLC demandaba la presidencia del Consejo Supremo Electoral para uno de sus militantes, y fue el danielismo quien dio la presidencia al cuestionado Roberto Rivas, protegido de Obando. Este otro pacto también se ha expresado en la defensa pública del danielismo de la figura de Obando, a través de campañas de radio, televisión, mantas, papeletas, con lemas tales como "Obando: príncipe de la reconciliación, el FSLN te apoya". O en las mantas alusivas a la Virgen María, firmadas todas oficialmente por el FSLN y la mezcolanza con actividades privadas como el matrimonio religioso Ortega–Murillo oficiado por Obando y difundido profusamente por la televisión desde la secretaria de propaganda del Frente Sandinista, como si se tratara de un acto partidario.

Es decir, el FSLN oficial está cada vez más controlado por el círculo familiar Ortega–Murillo y su grupo económico, el cual junto a sus íntimos aliados del poderoso bloque de empresarios, no sólo ha despojado al pueblo de este instrumento de cambio, sino que lo ha deslizado por el camino del conformismo y la resignación –similar al que inducen ciertas corrientes religiosas– por el opio del electorerismo, por la competencia insana de puestos de poder.

Poder Autocrático dentro del FSLN

La autocracia es el poder en manos de una sola persona, es el extremo opuesto de la democracia y es nociva para el desarrollo de cualquier fuerza política o social, mucho más si ésta se reivindica como fuerza de transformación. Desde el Congreso del 98, la conducción del Frente Sandinista ha dejado de ser una dirección política fruto del debate, los análisis y las decisiones conjuntas, y ha involucionado de la conducción colectiva a una auténtica autocracia.

Así como la noción de ciudadanía, la militancia no es pasiva, sino que se ejerce en la práctica y acción cotidiana. No debe ser sumisa, porque la subordinación no es ciega. Tenemos el derecho y el deber de ser críticos, auto-críticos, pensantes, beligerantes y tomar parte activa en las decisiones de nuestro partido. El poder autocrático promueve una militancia pasiva. Una militancia que deposita toda su soberanía al autócrata. Eso no es militancia, eso es ser vasallo. El poder autocrático quiere reducir la militancia al vasallaje. Por eso, desde hace muchos años miles de militantes nos hemos venido rebelando, insubordinando a este estado de cosas en nuestro partido.

En nuestra Nicaragua, junto a la pobreza crece la desesperanza. Pero el sandinista no sólo ha sido despojado de una fuerza de cambio que le representaba, también ha sido sumido en la enajenación. Porque el autócrata no educa, no da herramientas para la construcción de sujetos, capaces de sentirse dueños de su propio destino. Al autócrata no le interesa el debate, la diversidad de pensamiento, la información alternativa y la formación política.

El autócrata necesita para mantener su poder de un contingente compacto de cortesanos del poder. No hay autocracia sin corte y sin cortesanos que garanticen su poder. El autócrata se sostiene en su corte, los cortesanos dependen del poder del autócrata. Es decir, se necesitan mutuamente. El poder autocrático necesita poner de su lado al poder religioso, y lo espiritual se convierte en un instrumento de dominación, y hasta la magia y los astros quiere alinearlos en función del sostenimiento de su poder.

En la corte danielista todo gira alrededor de la cercanía al poder y las luchas por puestos dirigentes y cargos públicos. Periódicamente, sus principales cuadros se trenzan en luchas intestinas para ser incluidos en las listas prebendarias y sistemáticamente muchos cuadros intermedios en el desempleo se doblegan por alcanzar algún espacio que les permita recibir migajas salariales desde las mesas del poder servidas desde el control cortesano de las instituciones.

No obstante, sabemos que al interior de las estructuras actuales del partido existen muchos compañeros revolucionarios que hacen denodados esfuerzos por mantenerse fieles a la herencia de Carlos Fonseca, por la educación política, por mantener la orientación popular del Frente. Son sanos y meritorios esfuerzos, inspirados en los colores de nuestra bandera, en una comprensible preocupación por preservar la unidad del partido y con la esperanza puesta en que Daniel algún día rectificará.

El quehacer de la Izquierda Democrática

Como corriente de opinión, hemos demandado de manera sostenida al danielismo el retorno a los postulados originarios del FSLN. Desde su militancia histórica en nuestra organización, ha demandado rectificación una y otra vez, ha advertido de la capitulación de facto contenidas en todas sus decisiones. La Izquierda lo ha hecho utilizando medios políticos, escribiendo a través de los medios de comunicación, desarrollando actividades con sectores de las bases sandinistas, participando en todos los espacios de resistencia que se han podido abrir, con una agenda legítima en la cual se incluye el rechazo total a las políticas imperialistas y a la guerra contra Irak, nuestra solidaridad militante con el pueblo, la revolución y la dirigencia de la Revolución Cubana, de manera especial con Fidel, nuestro respaldo militante a la lucha del pueblo Palestino y a la Revolución Bolivariana de Venezuela.

Hemos estado participando en los foros de resistencia a los Tratados de Libre Comercio, al Plan Puebla-Panamá, y nos hemos movilizado particularmente contra la ratificación del CAFTA, contra la privatización del agua, y en general por los derechos populares. También hemos estado solidariamente apoyando la lucha de los trabajadores afectados por el Nemagón, y por las justas demandas de los consumidores contra las alzas de las tarifas de los servicios públicos.

La Izquierda Democrática ha apoyado desde los distintos espacios que ocupan sus miembros (en la sociedad civil, en los movimientos sociales alternativos, en la organización de base) los esfuerzos del pueblo para dotarse de algunas respuestas sociales y hemos desarrollado esfuerzos de capacitación a la ciudadanía. Es decir, a la misma vez que el danielismo ha ido des-construyendo al FSLN como fuerza de cambio, nosotros no hemos dejado de luchar a lo interno y desde otros espacios de la sociedad.

La situación económica social de las mayorías

A lo largo de estos años, el neoliberalismo ha logrado desmontar casi todas las transformaciones sociales de la Revolución y ha instalado el capitalismo voraz e inhumano: ha privatizado los servicios públicos, abriendo espacios para el fortalecimiento del control transnacional de nuestra economía, ha cedido el territorio nacional en concesiones mineras y forestales, ha impulsado la privatización del agua con toda suerte de fines, incluyendo grandes represas. Florecen los comercios de capitales extranjeros, gasolineras por todos lados, pero para la gran mayoría del pueblo no ha quedado más recurso que los precarios empleos de las maquilas o emigrar hacia otras tierras o desfallecer en la más absoluta pobreza.

La política económica actual ha favorecido únicamente a un grupo oligárquico. El actual gobierno es absolutamente vendepatria. Todo es para los capitales extranjeros: las mejores tierras, los más jóvenes y los mejores trabajadores, la legislación económica, la energía, las comunicaciones, las minas, las mejores costas, los productos exportables, el agua…

El pactismo se ha preocupado del reparto de puestos desde donde sea y por ello ha entrado en conflicto con el gobierno, pero no cuestiona a fondo sus políticas (fuera de la retórica), porque también ellos participan de esos negocios.

La coyuntura actual y el sandinismo

A principios del presente año, un numeroso grupo de sandinistas iniciaron un proceso político que pretendía la postulación de Herty Lewites como candidato a la presidencia por el FSLN. Correspondía resolver este diferendo en las primarias internas según lo establecen los Estatutos. La respuesta de la dirigencia oficial fue la expulsión de Víctor Hugo Tinoco y el propio Lewites de las filas partidarias, sin que mediara ningún procedimiento estatutario legítimo, la eliminación de las primarias y de nuevo la postulación arbitraria e inconsulta de Daniel Ortega como candidato del Frente. Lanzaron toda suerte de descalificaciones para los compañeros postulantes, entre las más comunes: "agentes del imperialismo", "infiltrados de la derecha", "enemigos de los intereses populares".

Nosotros, como Izquierda Democrática, nos pronunciamos de inmediato reclamando el derecho de la militancia a elecciones primarias, y la apertura de un proceso político de debate que permitiera una escogencia informada y madura. Estábamos conscientes de que la figura de Herty Lewites representa posiciones de centro, que no compartimos con él su discurso sobre diversos temas, pero que compartíamos su preocupación por una renovación en el sandinismo, y sobre todo por una ruptura de la línea "pactista" que se ha venido manteniendo oficialmente.
Rechazamos las descalificaciones porque además eran inconsistentes: Lewites ha sido a lo largo de los años una de las personas de más confianza del propio Daniel, lo fue hasta que "osó" desafiarle en su candidatura presidencial. Este doble discurso, esta doble moral se ha convertido en el modus operandi del danielismo.

Denunciamos entonces que la obcecación de Daniel por la candidatura presidencial, sabiendo que existe un voto duro y amplio (repetidamente probado) contra su postulación, sólo es entendible por la lógica explícitamente declarada de que "es preferible perder con Daniel que ganar con cualquier otro" y que expresa el pragmatismo y los propósitos del grupo de poder que gira alrededor de su figura. Para ellos el status quo no se altera aunque ganen o pierdan las elecciones. Su centro es la defensa de sus intereses. Y visto desde la lógica del pacto, un PLC arnoldista en el gobierno no les significa riesgos, y un PLC arnoldista fuera del gobierno, significaría más de lo mismo.

Hemos declarado una y otra vez que los cambios que requiere Nicaragua exigen de modificaciones en la correlación social de fuerzas. No sólo de ganar elecciones sino de hacerlo basado en un programa atractivo de cambios que cuente con el respaldo popular consciente. Por ello hemos apostado al trabajo popular y a la construcción de movimientos sociales autónomos y beligerantes, a la organización propia de la ciudadanía alrededor de sus intereses y el desarrollo de la conciencia ciudadana.

Nuestra convicción ha sido alimentada de innumerables ejemplos en América Latina. No basta que un partido declarado de izquierda llegue al poder. Debe hacerlo con un programa que signifique rupturas reales con el modelo económico imperante que se basa en el consenso de Washington. No basta la voluntad declarada, se requiere correlación popular construida a base de creación de conciencia crítica, organización popular y movimiento social autónomo, capaz de presionar al mismo gobierno de izquierda por cambios sociales. Por ello, propugnamos por esfuerzos de organización y articulación del sandinismo que vayan más allá de expectativas electorales, y venzan la tendencia de hacer girar los movimientos alrededor de personas, sean estas caudillitos o caudillotes. Por ello hemos trabajado todos estos años, independientemente de los procesos electorales.

No podemos, sin embargo, permanecer al margen de los procesos políticos reales que ocurren actualmente en el país. Si hacemos un análisis frío del estado de opinión que percibimos a través de las encuestas, a través de la participación directa de la población en los medios de comunicación, y a través de nuestros contactos directos con el sandinismo de base, miles de compañeros consideran que no podemos concurrir a unas elecciones presidenciales con una camisa de fuerza puesta sobre el sandinismo, y basado en la lógica de que no importa qué hagan los dirigentes, qué intereses favorezcan, cuan cuestionables sean sus conductas, porque supuesta y eternamente, el sandinista al final “cierra filas" y vota por los candidatos que la cúpula danielista haya impuesto, violentando cualquier procedimiento democrático.

Para nosotros esto ya no es aceptable. A las próximas elecciones nacionales el sandinismo amplio debe tener la posibilidad de otras opciones. Es un derecho democrático elemental. El continuismo de Daniel es una forma de autoritarismo que limita los derechos políticos más elementales, en particular de los sandinistas, y es contradictorio con los anhelos de libertad y democracia por los que hemos luchado toda una vida y por la que entregaron su vida tantos compañeros y compañeras.

Herty Lewites es una figura sandinista y el respaldo y simpatía que está recibiendo del pueblo más allá del sandinismo debe analizarse como una oportunidad para el sandinismo en su conjunto. Si la cúpula danielista pensara realmente en los intereses del pueblo y en la importancia de ganar el gobierno para modificar el modelo imperante, debería haber aprovechado la figura de Lewites como candidato y apostado desde el FSLN a la construcción de una beligerante correlación social, popular y orgánica, que permita sacar el máximo de ventajas sociales, es decir para la gente, desde de un gobierno sandinista.

No es posible que basados en procesos de exclusión, en procesos amañados de utilización de los espacios en el poder electoral, se impidan otras opciones ligadas al sandinismo. Creemos que en esta ocasión, el abanico electoral debe abrirse para dar oportunidad a los electores de elegir realmente entre distintas opciones, sin la polarización que ha favorecido el actual estado de cosas y el pacto que estamos sufriendo los nicaragüenses.

La polarización en la que pretenden sumirnos las dos cúpulas partidarias, es sólo útil para mantenernos sometidos. Fingen contradicciones a muerte, casi todas de palabras, llevan a las bases a la disyuntiva de "cerrar filas" para ser consecuentes con sus banderas históricas, pero en la realidad, luego ellos comen en el mismo plato, en el parlamento, en la Corte Suprema, en el Consejo Supremo Electoral, en la Contraloría, en la Procuraduría de Justicia, en la Procuraduría de Derechos Humanos, en las superintendencias de servicios públicos y sus propias sociedades mercantiles. Todo se lo reparten mientras las bases deben creer el cuento de que "son distintos".

Para nosotros es un legítimo derecho de los militantes del Frente Sandinista apoyar a otros candidatos sandinistas, aún cuando no vayan ahora en la casilla oficial secuestrada por una minoría que controla el aparato del partido. La democracia interna ha sido castrada y restringida hasta límites inaceptables para una gran mayoría excluida de la participación y de la toma de decisiones.

La posición de la Izquierda Democrática

Desde nuestra militancia en el Frente Sandinista, hemos decidido respaldar los esfuerzos que el Movimiento por el Rescate del Sandinismo ha venido realizando en el año 2005 por construir una opción que aglutine a todos los sandinistas que no estamos de acuerdo con las políticas oficiales que impulsa la cúpula danielista, que han llevado al país a un callejón sin salida. De manera particular hemos decidido respaldar el esfuerzo por cohesionar a todos los sandinistas que no estamos de acuerdo en la eterna candidatura presidencial de Daniel Ortega, que nos llevaría sin duda a una nueva derrota electoral del sandinismo.

La Izquierda del FSLN, al expresar su respaldo a este movimiento, está consciente de que el énfasis que se ha puesto hasta ahora es al impulso de una alternativa electoral sandinista. Eso no significa entonces, que nuestra adhesión sea incondicional y a todos los planteamientos y postulados que han enarbolado Herty Lewites y demás compañeros fundadores del movimiento.

Nosotros, como izquierda, reivindicamos el derecho a aglutinar alrededor de puntos comunes, sobre la base del respeto a las diferencias que obviamente tenemos. Consideramos que no es posible la unanimidad absoluta del sandinismo amplio, pero que es urgente construir consensos sobre la base de la tolerancia, tomando en consideración que para Nicaragua, hoy es prioritario actuar para romper la lógica del pacto que sólo ha profundizado la falta de verdaderas alternativas a los graves problemas que vive la nación nicaragüense.

En este sentido, consideramos legítimo –como militantes sandinistas– llamar no sólo a la conformación de un consenso de carácter electoral. Mejor aún es ver este movimiento como una oportunidad de tejer encuentros que posibiliten juntarnos de manera más permanente alrededor de una propuesta integral para la nación, construida desde un sandinismo que aún mantiene viva la convicción de la necesidad de construir una Nicaragua más justa, más equitativa, más humana, más democrática, más honesta.

Es necesario aglutinar al sandinismo que no ha renunciado al sueño de un mundo más solidario, de un sandinismo fiel a los valores y postulados de nuestros héroes y mártires, de un sandinismo fiel a la ética del bien común, de un sandinismo que no busque prebendas ni puestos y cuya función sea la de hacer valer genuinamente los intereses de los excluidos, misión que requiere de mística, de renuncia, de abnegación y trabajo cotidiano con el pueblo, no con afanes caudillescos, sino con el propósito de desarrollar el único sujeto capaz de las más grandes tareas: ese sujeto es el propio pueblo adueñado de su destino, consciente de las causas de su precaria situación, y dotado por tanto de las herramientas para su propia emancipación.

Por ello, al incorporarnos desde nuestra militancia orgánica en el FSLN, y desde nuestra corriente de Izquierda al Movimiento por el Rescate del Sandinismo, lo hacemos con la seguridad que los esfuerzos de unidad del sandinismo amplio que hasta ahora se ha mantenido disperso, permitirán después del proceso del 2006 el despliegue de nuevos esfuerzos desde el gobierno que se conquiste, o desde la oposición, en función de los genuinos intereses populares.

Por la Refundación del sandinismo con banderas transformadoras y democráticas

La única posibilidad de refundar el sandinismo como fuerza transformadora de izquierda es la construcción de un proyecto histórico de emancipación, y el fin del monopolio danielista que ha pretendido adueñarse de la historia de lucha del pueblo, de sus símbolos, de sus efemérides y hasta de sus muertos.

Al integrarnos al movimiento del Rescate al sandinismo lo hacemos desde nuestras banderas, aquellas que siempre hemos defendido, y han inspirado cada rebelión contra el status quo:

– La lucha por la Paz y Por la vida y por la construcción de un mundo justo, humano, pacifico, en donde los conflictos se decidan por las negociaciones y atendiendo de forma equitativa a todas las partes.

– Por la creación de una nueva economía que ponga fin a la exclusión de las grandes mayorías a sus derechos de acceder al progreso, al bienestar, a la educación y una vida más humana.

– Por la igualdad para los ciudadanos y las naciones; contra la discriminación, la marginalidad y el atraso.

– Por la libertad, la independencia nacional y la soberanía contra la opresión y la dictadura.

Además de nuestras banderas tradicionales, asumimos aquellas que miles de hombres y mujeres del planeta han levando con valentía a través de los nuevos movimientos sociales y de las organizaciones civiles:

– Por la honestidad y la transparencia en la gestión pública: la lucha contra la corrupción.

– Por la plena igualdad de derechos entre los sexos, y el diálogo y la democratización de las relaciones familiares; contra la dictadura de los hombres sobre las mujeres y de los padres sobre los hijos.

– Por la tolerancia, la convivencia entre las razas y el respeto a las diferencias; contra la doble moral, la discriminación.

– Por la consecuencia y la sinceridad contra el oportunismo y la mentira.

– Por la defensa de la naturaleza y del medio ambiente; contra la dilapidación de los recursos y el maltrato a las otras especies.

– Por la autonomía regional y municipal, contra el «capitalcentrismo».

De manera especial consideramos que es urgente construir en nuestra Nicaragua una nueva democracia comprometida con la equidad social, que libere a los ciudadanos de la esquizofrenia de la democracia formal y real: una cosa es lo que se dice en las leyes y otra la que se hace; una cosa es la que prometen los partidos y otra lo que realmente hacen; una cosa es la justicia y otra lo que hacen los jueces y tribunales. Es decir una nueva democracia que resuelva la creciente disociación entre derecho y realidad; armonice la doctrina y la práctica de la democracia; erradique la crisis de legalidad e institucionalidad, de representatividad y legitimidad; reinstale en un plano de igualdad a representantes y representados; ponga fin a la odiosa imposición de los delegados de las mayorías electorales sobre las minorías. Una nueva democracia que promueva seguridad y alimente de nuevos valores y esperanzas a la mayoría de los nicaragüenses.

En los esfuerzos por la construcción de ese "otro mundo posible", estamos convencidos que el adversario principal es el imperialismo que se ubica en primer lugar entre los poderosos de la tierra, aquellos que en la realidad dominan el mundo, el gobierno de los Estados Unidos y todos aquellos que respaldan la mundialización e imposición del modelo capitalista, ahora bajo su forma neoliberal. Desde ahí se organizan las medidas de protección de los intereses de las grandes corporaciones, la propagación y defensa de sus intereses comunes, la conquista de nuevos mercados, la recolonización de naciones enteras; relaciones de dominación que luego se imponen a nuestros países por múltiples rutas, siendo la más conocida por nuestra gente la de las "condicionalidades" de los programas del FMI y del BM.

Pero, también sabemos que la subordinación a tal modelo se realiza en cada uno de nuestros países con la complicidad de gobiernos dóciles, subordinados a los grupos económicos que se benefician de estas políticas excluyentes y que, por tanto, es urgente el desarrollo de propuestas alternativas nacionales, que construyan poder popular, correlaciones sociales, y apuesten por contar con gobiernos independientes, soberanos.

Nuestra apuesta, entonces, es a la construcción de un movimiento político verdaderamente alternativo, identificado con el ideario del cambio social, y no una mera alternativa electoral más. Cierto, necesitamos una victoria electoral alternativa, pero seguramente más importante será construir una mayoría social por el cambio, más allá de las elecciones.

Llamamos a toda la militancia sandinista, orgánica e inorgánica, a todos los sectores que comparten el sueño de una Nicaragua distinta, como lo soñó Carlos Fonseca, a sumarse a este esfuerzo del Rescate al sandinismo, que es un esfuerzo amplio, sin camisas de fuerzas, que no pretende unanimidad en todo, pero que es lo suficientemente tolerante para desafiar la dura tarea de construir un consenso de nuestras fuerzas en aras de esa Nicaragua que queremos, en especial para el pueblo excluido.

Managua, Nicaragua, Octubre del 2005.